¿Hay lugar en la política para un cristiano?
- Osca Arocha(Adaptado por Equipo Cristianismo y
- 29 may 2016
- 4 Min. de lectura

El quehacer de la política en la sociedad es algo humano. Sobre todo que es la voluntad del Señor nuestro Dios el bienestar del pueblo; nótese: “Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra” (Pro. 29:2). Salomón aquí escribe inspirado por el Espíritu Santo. La historia provee abundantes casos de gobernantes que han quebrantado las normas de justicia, olvidando casi por completo el objeto con lo cual fueron elegidos, y allí la democracia cayó desangrada, al borde de la muerte. Hemos tenido dictadores crueles, como también el pueblo en su locura ha elegido tiranos que se han perpetuado en el poder.
Enfoquemos las palabras del hombre sabio: “Los gobernantes y el pueblo”, o que si trabajan en armonía, el bienestar vendría a ambos. Pero la triste realidad ha sido lo opuesto: los gobiernos tratan al pueblo como enemigo, y el pueblo le hace constante oposición. La percepción generalizada es que los gobiernos engañan de manera persistente a la ciudadanía. El intento de las recientes leyes inmorales en el mundo occidental así lo atestiguan. Pregunta: ¿Cómo resolver un mal que hasta parece endémico? El hombre sabio responde: “Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra”, esto es, que los justos o cristianos verdaderos que es lo mismo, procuren por todo medio legítimo influir con el evangelio toda esfera de poder. Se infiere de la Palabra de Dios: No es posible disfrutar de justicia, progreso y seguridad sin la intervención de Dios. Sabemos que de ella depende que sus hijos actúen, ya que Dios eligió a los seres humanos y no a los ángeles, para cumplir un propósito terrenal, llevando el evangelio a todo lugar.. Como escribiera un patriota latinoamericano: “Dios, Patria y Libertad”.
Conviene, pues, que los cristianos que tengan un llamado a participar en política sean acompañados, escuchados y soportados en oración y muchas veces acompañando, y los que no, colaboren y puedan informarse del trabajo y visión de sus pares para así influenciar con la verdad, los estratos de poder. Estamos interesados en el carácter de los hombres que han de ser escogidos para gobernar. Nuestras naciones gimen bajo el peso de sus abundantes y terribles pecados. Es hora de que los hijos de Dios comiencen a brillar.
Siendo influencia en medio de tinieblas
Ahora bien, para influenciar sobre el mal, debemos dejar de lado lo que nos inclina a buscar la solución de los males nacionales en segundas causas, sin considerar la fuente original de la maldad. Como dice un conocido refrán: El mal no está en las hojas, sino en la raíces. La única y perpetua manera del bienestar público es la virtud, o como algunos le llaman, sembrar valores morales, y no hay valores morales sin la influencia poderosa de nuestro glorioso evangelio. Como escribiera un santo del pasado: Sin virtud, nada puede ser poseído con seguridad, o disfrutado con propiedad. Cuando decimos virtud significamos el poder para amar y hacer el bien según la Gracia de Cristo. La libertad sin virtud degenera en libertinaje. La democracia es libertad. Sin ir mas lejos vemos que decenas de países occidentales han sacado a Dios en la interpretación de sus leyes y legalizaron la sodomía y el aborto. Tenemos, pues, una necesidad imperiosa de influenciar las fuentes de dominio público.
Un caso de influencia.
Enfoquemos el consejo del profeta Daniel al rey, cuando lo nombraba a ser su primer ministro: “Por tanto, oh rey, que mi consejo te sea grato: pon fin a tus pecados haciendo justicia, y a tus iniquidades mostrando misericordia a los pobres; quizás sea prolongada tu prosperidad” (Dan. 4:27); esto es, que si la buena providencia te coloca en una posición de mando oficial, estas dos áreas son de suma importancia: “Pon fin a los pecados haciendo justicia”, o hacer brillar la justicia. Y lo otro sería: “Pon fin a las iniquidades mostrando misericordia a los pobres”. Influir para expandir las obras sociales del gobierno, o benevolencia. Justicia y caridad. Equidad y misericordia.
Una necesaria precaución
Enfocamos la sentencia divina: “Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas” (Mat. 6:24), esto es, que el mayor competidor del amor a Dios es el amor al dinero. El amor al dinero es como un tronco con tres ramas: Amor por honra terrenal o ego, placeres y plata, o lo que es lo mismo servir a los dólares. Pienso que vivimos en una generación donde el amor al dinero, al poder y la fama se han hecho epidémico. Si fue necesario que Pablo advirtiera a Timoteo del peligro del amor al dinero (1 Ti. 6), ¿cuánto más a nosotros? Hemos visto no pocos sucumbir ante este terrible encanto. Que tu motivación no sea simplemente que te elijan o seas nombrado como funcionario público, porque eso, si bien es cierto que es necesario, sería incompleto, porque el éxito lo da Dios, no la capacidad ni sabiduría del hombre. El agricultor pudiera ser objetivo y diligente en sembrar sus semillas, pero si no viene la luz de arriba y la lluvia del cielo, no tendría cosecha. El Señor Jesús lo encierra en esta sentencia: “…separados de Mí nada pueden hacer” (Jn. 15:5).
Por tanto, si aspiras a participar en política, ruégale a Dios que ponga en ti ese sentir, que lo confirme a tu corazón, y te enseñe a gloriarte solo en Cristo.
Osca Arocha(Adaptado por Equipo Cristianismo y Política XXI)
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