Apartando los objetivos religiosos para ser influencia.

“y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente” Romanos 12:2

Ministerio secreto o ministerio público:

El ministrar abiertamente, desde nuestros lugares de trabajo, o lugares públicos debe formar parte de nuestro estilo de vida diario. El orar por sanidad, dar palabras de conocimiento, son algunos de los dones que Dios deposito en sus hijos para que puedan se usados en todo lugar. El evangelio debe ser proclamado en los centros comerciales, comunidades barriales, escuelas, oficinas, siendo esto la mitad de la ecuación ministerial que se necesita.

La otra mitad es el ministerio oculto. Nos referimos al que por naturaleza es más sutil: es oculto no por cobardía sino más bien por sabiduría y opero dentro de los sistemas de este mundo para producir cambios y restablecer las normas apropiadas de pensamiento, creencias, disciplina y límites en las relaciones. En otras palabras, trabajamos para cambiar la cultura. Esto demanda más tiempo, pues el objetivo no es una sanidad o una conversión específica, sino la transformación misma mediante de la invasión de los sistemas de las ciudades con el fin de servir. La clave es servir para beneficio de la gente, no para nuestro beneficio. Como se dijo alguna vez “No debemos tratar de ser lo mejor en el mundo. Debemos tratar de ser lo mejor para el mundo”. Cuando hacemos a un lado nuestros programas religiosos para procurar que otros tengan éxito, hemos aprendido la manera de pensar del reino y llegamos a ser parte del movimiento de la transformación.

Desechamos los objetivos religiosos:

A veces la iglesia es conocida por su disposición a servir, pero por lo general, ese servicio tiene como meta final bienintencionados propósitos espirituales. Casi suena a blasfemia decirlo, pero servir solamente para hacer que la gente se salve es un programa o una meta religiosa. Nos parece puro y noble a los creyentes, pero es manipulador para el mundo, y se ve como un servicio impuro. EL mundo lo huele a un kilómetro de distancia. Ellos se ponen a la defensiva cuando ven que esa es nuestra motivación de servicio y querer influenciar sin tener en cuenta nuestra esfera de responsabilidad social con la comunidad. Si ayudamos a que un director de un establecimiento educativo Público, tenga éxito, cruzamos la línea de un territorio rara vez visitado por la iglesia. Eso es servir para el beneficio de otro. Es a ese tipo de servidor al que el mundo acoge. La recompensa maravillosa para nosotros es que ellos, sabrán que hemos influenciado a la escuela de una manera nunca antes vista, desplegando la sabiduría de Dios y siendo este, el mejor camino para llevarlos a Cristo, al haber demostrado nuestro amor hacia ellos.

¿Qué pasaría si los padres se ofrecen como voluntarios en sus escuelas locales para ayudar al maestro a tener éxito?. Generalmente los maestros poseen un interés genuino en que sus alumnos tengan éxito en la vida. Muchos dan todo de si mismos por el bien de otra generación. Merecen honra por su compromiso y nosotros podemos ayudarles a ser exitosos en su labor.

Los colegios están acostumbrados a ver que los cristianos buscar tener posiciones en sus juntas. Hasta inclusive muchas veces buscan enfrentar la ideología del maestro, que puede estar errada según nuestra enseñanza bíblica. ¿Pero qué ocurriría si en realidad invadimos el sistema educativo para dar honra, en lugar de deshonrar?. Claramente debemos buscar transformar el entorno social en el que estamos mediante el favor y la simpatía que Dios nos da para comunicarnos eficientemente. La plenitud del Espíritu abre camino a los creyentes que andan en sabiduría y hacen contribuciones prácticas a las necesidades de la sociedad, que enfrentar las imposibilidades de la vida con la provisión de la cruz, y proveen soluciones sobrenaturales. Esto nos permitirá tener una vida cristiana verdadera.

Bill Jonshon. Libro:Soñando con Dios

#Religiosidad #MinisterioPublico #Evangelio #Influencia #Iglesia #Educacion