Invadir babilonia es comprender las esferas de influencia.
- Bill Jonshon
- 5 jun 2016
- 4 Min. de lectura
El evangelio que no es funcional en la plaza pública, sencillamente no es funcional.

Se nos ha dado autoridad sobre este planeta: Primero en la comisión que Dios entrego a la raza humana en el Edén (Génesis 1:28-29), y nos fue luego restaurada por Jesús después de su resurrección (Mateo 28:18), pero la autoridad del reino es diferente a lo que típicamente entienden muchos creyentes. Es la autoridad de liberar a las personas del sufrimiento y dolencias lo que destruye las obras de las tinieblas; es la autoridad de movilizar los recursos del cielo mediante expresión creativa para suplir necesidades humanas; es la autoridad de traer el cielo a la tierra; es la autoridad de servir.
Como ocurre con la mayoría de los principios del reino, las verdades del dominio y la autoridad son peligrosas en manos de quienes desean ejercer dominio sobre los demás. Estos conceptos parecieran dar apoyo al egoísmo de algunos, pero cuando estas verdades se expresan a través de un siervo humilde, hasta los cimientos del mundo son sacudidos.
Convertirnos en servidores de este mundo es la clave para abrir las puertas de posibilidad que generalmente parece estar cerradas o prohibidas.
El creer que somos siervos o reyes no ayuda mucho con este reto porque ambas están cimentadas en este mundo, probablemente sin solución. Y aquí es donde entra Jesus en escena. El es el Rey de todos los reyes y, es el siervo de todos. Esta combinación particular que encontramos en el Hijo de Dios es el llamado actual. Es verdad, por lo general se encuentra en tensión y conflicto estas dos realidades, y tenemos aquí un asunto para resolver. Nosotros, como nuestro Maestro, somos a la vez miembros y siervos de la realeza (Ver Apocalipsis 1:5 y Marcos 10:45). Salomón nos advierte sobre el problema potencial cuando dice que la tierra no puede soportar cuando el siervo reina (Proverbios 30:21-22). No obstante, Jesús contradijo, sin anularla, esta afirmación ya que en él encontramos las dos cosas a la vez: SIRVIO CON CORAZON DE REY Y GOBERNO CON CORAZON DE SIERVO. Esta es la combinación esencial que deben adoptar los quienes desean moldear el curso de la historia.
Miembro de la realeza es mi identidad, el servicio es mi tarea y misión. La intimidad con Dios es la fuente de mi vida, de modo que para Dios soy intimo suyo. Ante la gente soy un siervo y ante los poderes del infierno, un gobernante que no tolera su influencia.
La sabiduría nos dice cuál es el papel adecuado y oportuno que debemos asumir en cada momento.
Invadir los montes de influencia:
Hay siete esferas de la sociedad que deben estar bajo influencia del Rey y su reino( Las familias, las iglesias, los medios de comunicación, el gobierno y la política, El arte, deporte y recreación, Los negocios y La ciencia y la tecnolocia(Medicina etc). Para que esto ocurra, nosotros, los ciudadanos del reino, debemos invadirlas. El dominio del Señor Jesús se hace manifiesto cuando su pueblo trae a este mundo el orden y la bendición del mundo divino.
El esfuerzo que hacen muchos creyentes por lograr simplemente posiciones de liderazgo es poner la carreta adelante del caballo. El servicio sigue siendo nuestro mejor medio y, a través del mismo, es que podemos poner los beneficios del mundo al alcance del hombre y la mujer común.
Al reino se lo compara con la levadura (Ver Mateo 13:33). Así como la levadura tienen un efecto en la harina a la cual se mezcla, así transformaremos todos los reinos de este mundo a medida que nos mezclemos con sus sistemas. Desde allí debemos ejercer dominio y gobierno. Mientras que el pueblo de Dios penetra en estas esferas de la sociedad para mostrar los beneficios y valores del reino, su gobierno se extiende.
Para que esta invasión opere con eficacia, debemos corregir unos cuando conceptos equivocados. Al hacerlo, es igualmente importante establecer los necesarios principios del reino en su orden correcto.
No existe para el creyente tal cosa como un empleo secular. Cuando nacemos de nuevo, todo lo nuestro es redimido para los propósitos del reino. Todo es espiritual. Todo es una legítima expresión del reino. Si algo no lo es, no debemos participar de ello de ningún modo.
Todo creyente está en el ministerio de tiempo completo; solo unos pocos tienen pulpitos en templos. El resto tiene su pulpito en sus actividades del mundo. Asegúrese de predicar solo buenas nuevas. Y cuando sea necesario, ¡utilice palabras¡.
El llamamiento de Dios(o la misión asignada) es importante no por el título que conlleve( o aunque no tenga título); es valioso por “aquel” que nos llamó. La tarea de entrar en el mundo de los negocios es tan valiosa en el reino como la del evangelista. EL privilegio de una esposa y madre que permanece en el hogar es igual de importante al de ser misionera. Acoja su llamamiento con fidelidad y gratitud digna de “aquel” que lo llamo.
Nuestras recompensas eternas no vienen por la cantidad de dinero que ganemos, por el número de almas salvadas, o por cuantas personas con hambre alimentamos. Todas las recompensas son dadas basado en nuestra fidelidad a lo que Dios nos ha dado y nos ha llamado a ser y realizar. La honra que nos damos unos a otros no se debe limitar a quienes realizan obvias tareas espirituales. Debemos dar honor a quienes son fieles a su llamado, sin importar cuál sea.
EL ministerio profético no se debe enfocar en los pecados del mundo. Se requiere de poco discernimiento para encontrar lo sucio en la vida de las personas. En su forma más pura, lo profético está diseñado para encontrar el oro en la vida de la gente para sacarlo a la superficie. Este enfoque cambia la actitud del mundo hacia la iglesia, y hace posible que seamos contribuyentes a la sociedad y no tan solo confrontadores de todo lo malo.
Bill Jonshon, Soñando con Dios
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