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Invadir el sistema educativo forma parte de nuestra misión en la gran comisión.

  • Bill Jonshon
  • 3 jul 2016
  • 4 Min. de lectura

Con frecuencia, la iglesia reacciona ante los abusos del sistema mundial y crea un error igual de peligroso al que hemos rechazado. Esto es totalmente cierto en la esfera de la educación. La mentalidad, que considera la razón como la única medida apropiada para la verdad, ha dañado al evangelio. Esta visión educativa del mundo va contra a lo que nos dice Pablo en 1 corintios. Esta es anticristiana por naturaleza. Lo sobrenatural llega entonces a estar sujeto a la evaluación de personas ignorantes, pero la solución a este problema no es rechazar la educación, sino invadirla y penetrarla. Nuestro rechazo nos desubica del lugar de preservación como la sal y la tierra en Mateo 5:13.

Dios está dispuesto a debatir con cualquiera.( Isaías 1:18). Él está muy seguro de su entendimiento y de sus argumentos, y respalda sus puntos de vista con evidencia que puede ser sometida a escrutinio. Invadir el sistema educativo es esencial, ya que es el que en gran manera moldea las mentes y las expectativas de la generación joven. Aunque se pueda argumentar que en la actualidad los productores de la recreación desempeñan un papel mayor en la formación de las mentes jóvenes, son los educadores los que generalmente moldean la forma de pensar de estos productores.

Nuestros jóvenes necesitan creer que pueden vivir en plenitud de su vida sobre esta tierra y actuar de acuerdo con eso. Educarse, casarse, tener hijos, todo ello con mentalidad de reino. Demasiadas generaciones que experimentaron derramamientos del Espíritu Santo, truncaron sus deseos de educarse y entrenarse para hacer supuestamente la obra del Señor.

Con todo lo noble que esa actitud puede parecer, proveniente de una concepción equivocada de lo que en realidad es el ministerio, aunada en la idea de que seremos arrebatadas de aquí en cualquier momento. Este es un asunto sensible, ya que si, debemos estar listos para partir con el Señor en cualquier hora. Sin embargo a medida de que la iglesia recupera visión de que para el creyente ningún trabajo es secular, volverá a ser estimadas las posiciones en la sociedad que tuvieron poco valor por las generaciones pasadas. Desear el cielo es correcto y saludable, pero no debe desplazar el cumplimiento de nuestra comisión de hacer que “Venga tu reino”, Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.( Mateo 6:10). No fuimos comisionados a estar mirando las nubes hasta que el vuelva (Hechos 1:11). Se nos ha enviado a ocupar la tierra hasta que regrese el señor. En la parábola de las minas, el Señor da la siguiente orden a sus siervos. “Negociad entre tanto que vengo”. (Lucas 19:13). Ocupación es un término militar y de acuerdo a los valores del reino, la ocupación se hace siempre con el propósito de avanzar.

Nuestros hijos tienen que educarse y convertirse en educadores pero esa meta no está completa sin la mentalidad de reino. Los enviamos a recibir su entrenamiento a territorio enemigo. Por eso se debe elegir la educación con sumo cuidado. Cada maestro es una autoridad delegada y delegada por usted. La biblia no dice que sus hijos los eduque el gobierno, ni importa cuán noble sea su intención. Esta autoridad reposa sobres sus hombros, de modo que ore, ore, ore y eduque, eduque y eduque.

Nunca enviaríamos a nuestros hijos donde 1 de cada 10 clientes muere por alimentos envenenados. Sin embargo, eso es lo que hacemos a diario con nuestro sistema educativo, en donde los riesgos de intoxicación son más que uno por cada diez. Los mandamos desprotegidos a un sistema que trabaja para minar su fe y, en última instancia, su relación con Dios; pero la respuesta no debe ser aislarlos de la sociedad y retirarnos a las montañas para preservar la unidad familiar, sino entrenarlos e invadir ese sistema. Nuestro entrenamiento, si es genuino, es superior al de ellos, porque es dinamizado por una relación personal con Dios e incluye encuentros divinos y transformadores.

Los valores morales son la base de la integridad, porque están arraigados al carácter de Dios. Los jóvenes necesitan educadores con integridad, pero también necesitan personas que crean en ellos. Descubrir el tesoro que hay en un joven puede marcar su vida para siempre. Muchas veces el educador planta una semilla, cuyo fruto cosecha otra persona, pero eso es lo lindo de este reino: Ningún de sus palabras vuelven vacías. (1 Corintios 3:5-9 y Isaias 55:11).

La excelencia es más que exhortar a los estudiantes a que logren buenas notas, es un don de Dios que utiliza la plenitud de los recursos de ambas realidades: la natural y la espiritual. Algunos aparecen ser buenos para todos, mientras que otros parecen que hubieran estado ausentes el día en que se repartieron los dones y talentos. No obstante, en realidad, cada persona tiene un área en la cual Dios le ha dado dones, para hacer las cosas con excelencia, y es el educador sabio el que descubre tal área en un niño. Un maestro excelente hará brotar la excelencia en quien ni siquiera puede encontrarla por si mismo.

Bill Jonshon, Soñando con Dios

 
 
 

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